viernes, 6 de febrero de 2015

Tras la puerta.


Dedicado a dos mujeres excepcionales: a Rosita que vivió sus últimos años tras una puerta y  a        Raquel que cada día abría esa puerta a la esperanza.




Hay vidas transparentes, vidas ensombrecidas, vidas fantasmales, que pasan desapercibidas para la mayoría, vidas minúsculas y discretas que transcurren sin llamar la atención pero que en algún momento se revelan y florecen, que pertenecen a pequeños héroes cotidianos, a valientes que prefieren la intimidad y la reserva.

En el mundo de la ficción literaria a menudo hay autores que sacan a flote esas historias sumergidas y las rescatan del olvido, al menos es lo que me ha transmitido la lectura de “La puerta’ de Magda Szabó, donde esta escritora húngara recrea su propia experiencia vital junto a su criada a lo largo de los años.


Emerenc, la vieja criada, es la absoluta protagonista de la historia y la relación con su ama, de quien en ningún momento se dice su nombre aunque se sabe que es un trasunto de Magda Szabo, la base sobre la que se articula toda la trama. Dos mujeres íntegras, resistentes y muy distintas. La escritora es una mujer profundamente cerebral, una intelectual marcada por sus creencias religiosas y que arrastra el peso de la culpa; la criada, provista de un carácter fuerte, atesora una sabiduría forjada por las desgracias, es independiente, rebelde y muy escéptica a la devoción beata de su ama.
Muchas veces el choque entre ambas es inevitable, Emerenc desprecia la intelectualidad de sus amos, en estos casos se invierten las relaciones de poder y la sirvienta les habla sin recato:
“Si lo único que ustedes hacen es estar echados, postrados en sus sillas como dos esfinges, cada uno en una habitación distinta, aporreando esa máquina de escribir sin parar y sin siquiera dirigirse la palabra el uno al otro”.

La otra vertiente que marca la biografía de Emerenc es la reserva obsesiva sobre su vida privada; su casa está cerrada siempre a lo externo, la puerta se convierte en un símbolo de su personalidad. Sin embargo este hermetismo casi enfermizo se va resquebrajando a medida que la novela avanza; en las situaciones de mayor dramatismo de la historia Emerenc es capaz de desgranar ante la escritora partes de su intimidad, desgracias de su niñez y juventud como cuando vio morir a sus hermanos y su madre o el asesinato de su prometido durante la ocupación.
“Cualquier otra habría terminado envenenándose o pegada a la barra de un bar día y noche ahogando sus penas en alcohol. Yo no… ni me he quitado la vida ni tampoco se me ha ocurrido darme a la bebida. Todo lo contrario, las derrotas me fueron armando de fuerzas y, en vez de hundirme, como si nada de aquello hubiese tenido relación conmigo, volví a renacer cual ave fénix”.

La figura de la criada va ganando así altura moral, esa mujer que se ha escondido siempre tras una coraza para sobrevivir a los sufrimientos y que cierra su puerta a todos, en sus últimos días de vida termina rodeada de gente que la aprecia, seres ruinosos a los que algún día ayudó y que no la han olvidado.
“ Esa mujer no practicó la fe dominical de nueve a diez, sino que lo hizo a lo largo de toda su vida, hacia toda la gente que la rodeaba y con tan pura filantropía como los personajes bíblicos”

Me gusta especialmente el poético final de la novela, cuando tras la muerte de Emerenc, la escritora deambula como una sonámbula por la casa, ya por fin abierta. Su vieja asistenta le ha legado un mobiliario muy valioso pero cuando se acerca e intenta abrir el cajón de un tocador, todo se desmorona lentamente, enfermo de carcoma. Me viene a la imaginación la estampa de unos avezados arqueólogos entrando por primera vez en un recinto sagrado, oculto durante siglos y como contemplan estupefactos que una simple corriente de aire exterior acaba deshaciendo los tesoros allí acumulados.
Esta novela no muy conocida pero que os recomiendo leer fue publicada por Mondadori en español en 2005. Magda Szabó, autora húngara (1917-2007) recibió el Premio Fémina por 'La Puerta' a la mejor novela editada en Francia en 2003.

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